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Controlar las emociones

Cómo Controlar las Emociones

10 Técnicas que Funcionan

Por Pau F. Navar
Seria espectacular poder tener un dominio completo de todas nuestras emociones y dirigirlas hacia donde nos sean más productivas pero lamentablemente hay muchas donde no tenemos la capacidad para decir controlé mi emoción. Pero si podemos crear experticia para saber con exactitud cuál es la emoción por donde estamos pasando y ya con eso tenemos gran parte del camino.
El control emocional (o regulación emocional) es esencial cuando nos relacionamos con otras personas, y es una habilidad que forma parte de la inteligencia emocional.
Por tanto, el control de las emociones se engloba dentro de la gestión emocional, y para regularlas es necesario comprenderlas, entenderlas y hacerlas conscientes. Es imposible controlar las emociones si no dominamos la habilidad de autoconocimiento emocional.
Ya dijo Nietzsche que los pensamientos vienen cuando ellos quieren, y no cuando nosotros desearíamos.
Del mismo modo, tus emociones tampoco aparecen o desaparecen cuando tú lo decides. Pero, ¿es posible tener algún control sobre las emociones o debes resignarte a que dominen tus actos?
¿Alguna vez te has preguntado porque alguien es capaz de hablar en público sin aparentar nervios mientras que otra persona se viene abajo? ¿Por qué hay gente que en una discusión sucumbe a la ira mientras otros mantienen la calma?

Si bien tiene sentido que te sientas triste cuando te dan malas noticias, eso no significa que tu única opción sea quedarte llorando en un rincón (esa actitud probablemente te mantenga afligido durante más tiempo). Reconocer que estás triste a la vez que te fuerzas a ti mismo a hacer algo productivo te ayudará a sentirte mejor antes.
En este artículo voy a intentar desmitificar varias falsas creencias sobre la gestión de las emociones y darte las técnicas que se han demostrado realmente útiles para conseguirlo. Permanece atento porque alguna probablemente te sorprenda.

1. ¿Decides tú cómo controlar las emociones?
2. Lo que ocurre cuando tus emociones se descontrolan
3. La verdad sobre las emociones negativas
4. Lo que no funciona para controlar tus emociones
5. Lo que sí funciona

¿Decides tú cómo controlar las emociones?
Hay muchas teorías al respecto. Algunos psicólogos creen que tenemos el control total sobre nuestras emociones y otros creen que no existe ninguna posibilidad de controlarlas.
Sin embargo hay investigaciones que concluyen que la forma en que interpretas tus emociones puede cambiar la forma como las vives. La forma en que reacciones frente una emoción en concreto condicionará cómo actúa sobre ti.
El orador que sufre frente la idea de hablar en público lo hace porque interpreta sus nervios como algo negativo, como una señal que le está enviado su cuerpo para que salga corriendo de allí.
Por otro lado, alguien que interprete esos mismos nervios como excitación y ganas de hacerlo bien probablemente tenga más éxito en su conferencia.
La moraleja es que tu cuerpo te proporciona la energía para hacer algo, pero cómo usar esa energía lo decides tú. Hay gente que paga dinero y hace horas de cola para subirse a una montaña rusa, mientras que otros no se subirían ni en sueños. Ambos sienten los mismos nervios, pero los interpretan de forma diferente: diversión frente al terror.

Lo que ocurre cuando tus emociones se descontrolan
No puedes evitar sentir emociones. Las emociones están ahí porque tienen una función evolutiva, un sentido biológico de supervivencia. Si nuestros antepasados no hubieran sentido miedo delante de una manada de tigres, probablemente el ser humano no hubiera llegado hasta hoy en día.
La amígdala es la parte de tu cerebro encargada de disparar las emociones, como si fuera una respuesta automática en forma de agresión o huida frente una amenaza. Por eso es tan difícil controlar mediante la fuerza de voluntad el origen de tus emociones: significaría anular esta respuesta para la que estás programado genéticamente.
Este tipo de respuesta emocional es por lo tanto, necesaria. Sin embargo, en algunas personas no está correctamente regulada y puede ocurrir que:
Se dispare en situaciones donde no existe una amenaza real (provocando la ansiedad)
Sea incapaz de desactivarse con el paso del tiempo (como en la depresión). Por algún motivo, el cerebro entra en modo de supervivencia y se queda anclado ahí.
Cuando estás en fase de lucha-huida y la amígdala ha tomado el mando de tus actos, normalmente ya es demasiado tarde. Por eso debes aprender a actuar antes. Tienes que acostumbrarte a detectar aquellas señales que te indican que vas camino de no poder dominar tus emociones.
Esta es la única forma en que serás capaz de detener el proceso (o retrasarlo) antes de que sea demasiado tarde. Una vez las emociones te dominan, eres poco más que una bestia acorralada.

La verdad sobre las emociones negativas
La teoría más reciente es que existen 4 tipos de emociones básicas que han evolucionado hacia el resto de sentimientos más complejos. Estas emociones son enfado, miedo, alegría y tristeza.
Existen algunas situaciones a las que nunca podrás acostumbrarte. Si todo te va mal, difícilmente podrás dejar atrás la sensación de miedo o ansiedad. Sin embargo, las emociones positivas suelen desaparecer a lo largo del tiempo. No importa cuánto dinero te toque en la lotería o cuán enamorado estés: las emociones positivas como el placer siempre terminan disminuyendo.
De hecho, en un estudio se determinó que la emoción que dura más es la tristeza. En concreto, dura hasta 4 veces más que la alegría.
                       
En base a este panorama parece realmente necesario poder gestionar la intensidad de tus emociones para no sufrir tanto. A continuación encontrarás una lista de las técnicas que no han demostrado ninguna eficacia y las que sí.

Lo que no funciona para controlar tus emociones
Estas técnicas se han popularizado a través del boca a boca y mediante autores que no se han molestado en comprobar su base científica real. La utilidad de cada una de ellas para gestionar tus emociones es, cuanto menos, dudosa.
1. Intentar no pensar en lo que te preocupa
De la misma forma que intentar no pensar en un oso polar blanco provocará que termines pensando en él por un efecto rebote, en estudios como este se ha demostrado que es muy difícil apartar las emociones de nuestra cabeza.
En el caso de las personas deprimidas, a las que constantemente les asaltan pensamientos negativos, se ha comprobado que es totalmente contraproducente intentar suprimir esas ideas porque terminan regresando con más fuerza todavía.
2. Relajarte y respirar hondo…
Es habitual que nos recomienden relajarnos y respirar hondo cuando estamos enfadados o muy ansiosos. Proviene de una tradición casi ancestral, como la de respirar dentro de una bolsa de plástico en un ataque de pánico.
Pero hay un inconveniente. Respirar hondo e intentar modular el diafragma no suele funcionar porque el componente fisiológico de las emociones suele ser poco importante.
Piensa en ello. En la mayoría de las ocasiones en que te has enfadado mucho, por ejemplo, estabas tranquilo antes de volverte irascible. Probablemente tenías un buen día hasta que alguien te lo ha chafado, ¿me equivoco?
Si un estado previo de relajación no ha podido evitar que te enfadaras, ¿por qué la gente cree que puede conseguirlo una vez ya estés enojado?
¿Has recomendado alguna vez a alguien que se relajara cuando estaba enfadado? Te habrás dado cuenta de que no suele funcionar demasiado bien. Es como si en lugar de escuchar a quien cree que ha sufrido una injusticia le recomendases que se callara y se tomase un tranquilizante.
Con esto no quiero decir que emplear habitualmente técnicas de relajación sea malo. De hecho meditar es bastante útil (lo verás más abajo). Pero intentar relajarse una vez te han invadido las emociones es ir a tratar el síntoma y no la causa.

3. Liberar la tensión por otras vías
Hubo un tiempo en que se pusieron de moda las actividades para liberar emociones. Talleres donde la gente se reunía para llorar o eventos donde directivos agresivos se ponían a romper platos.

Pues bien, resulta que los estudios psicológicos más recientes sugieren que este tipo de catarsis no funciona. Incluso puede ser negativa: sucumbir a la tentación de destrozarlo todo puede incrementar tu agresividad a corto plazo. Lo mismo ocurre con hacer ejercicio físico: aunque es bueno para tu corazón, no es capaz de tranquilizar tus emociones.
Las emociones no están contenidas dentro de nuestro cuerpo y necesitan salir como si fuéramos ollas a presión. Lo que necesitan es ser comprendidas para evitar que nos hagan daño.

4. Presionarte para tener pensamientos positivos
Hay un poco de controversia respecto el efecto de los pensamientos optimistas para regular las emociones. Si bien yo no diría que son capaces de hacerte pasar de un estado negativo a otro positivo, sí que pueden llegar a reducir la intensidad de una emoción negativa.
Las emociones se procesan casi en su totalidad a nivel inconsciente para luego pasar al terreno consciente, donde las percibes. Por este motivo, cuando eres consciente de ellas a menudo ya es demasiado tarde.
Sin embargo, buscar la parte positiva de cada situación sí que puede evitar que sigas auto-saboteándote. Si en lugar de pensar “No voy a poder con esto” empiezas a creer “Está complicado, pero lo puedo manejar” evitarás que tus emociones negativas se agraven.

Lo que sí funciona
La verdadera inteligencia emocional requiere que identifiques y entiendas tus propios estados de ánimo. Implica reconocer cuando y porqué estás enfadado, nervioso o triste, y actuar sobre las causas y no sólo los síntomas.
Sin embargo, en aquellas ocasiones en las que veas que irremediablemente te diriges hacia un estado emocional negativo, las siguientes técnicas pueden ser eficaces para detener o frenar esa reacción en cadena.

1. Intenta recordar tus virtudes y éxitos
La reafirmación en tus virtudes y puntos fuertes es una de las mejores estrategias para gestionar tus sentimientos. Consiste en pensar en lo que te ha provocado esa emoción pero reduciendo su significado negativo.
Ejemplo: en lugar de enfadarte porque has llegado tarde al trabajo puedes pensar que, dado que siempre llegas a tiempo, no es tan grave.
La gente con mayor control emocional utiliza la autoafirmación cuando la intensidad de sus emociones todavía es baja y tienen tiempo para buscar otro punto de vista de la situación. Curiosamente, se ha demostrado que esta estrategia funciona especialmente bien en las mujeres.
La próxima vez que sientas que pierdes el control sobre tus emociones, recuérdate a ti mismo aquellas cosas de las que te enorgulleces en tu vida.

2. Distrae tu atención hacia un asunto concreto
Las personas que mejor gestionan sus emociones también han aprendido a usar la distracción para bloquear sus estados emocionales antes de que sea demasiado tarde. Y parece que resulta muy eficaz cuando prevén que van a experimentar emociones intensas y no tienen suficiente tiempo para usar otras estrategias.
Como sabrás, una forma muy efectiva para calmar a un niño pequeño que no deja de llorar es desviar su atención. “¿Has visto el muñeco?” o “¿Qué tengo en la mano?” suelen disminuir su nivel de excitación si mantenemos su atención durante el tiempo suficiente.



La técnica de la distracción consiste en desvincularte de la emoción negativa centrando tu atención en pensamientos neutrales. De esta forma evitarás que la emoción coja demasiada intensidad.
Por ejemplo, si tu jefe cuestiona tu profesionalidad, en lugar de pensar que quizás termine despidiéndote podrías pensar en la celebración de cumpleaños que tienes el sábado. Es simple pero eficaz, tal y como se ha demostrado en varios estudios científicos.
Aunque a largo plazo probablemente no sea la mejor estrategia, la distracción funciona, especialmente si centras tu atención en algo concreto en lugar de dejar que tu mente vague.

3. Piensa en tu futuro más inmediato
Las emociones muy intensas pueden provocar que te olvides de que hay un futuro y que tus acciones van a tener consecuencias. Aunque en ese momento tan sólo seas capaz de vivir el presente y tu frustración, enfado o nervios te parezcan tan importantes, ¿seguirás sintiendo eso dentro de una semana?
Pensar en el futuro más inmediato es muy eficaz para mantener el autocontrol, tal y como se demostró en el experimento popularizado a través del libro Inteligencia Emocional. En él, los niños que resistieron la tentación de comer una golosina a cambio de recibir otra obtuvieron mejores resultados en los test escolares y mejores trabajos en los años venideros.

4. Medita habitualmente
La meditación ha demostrado científicamente su eficacia para prevenir los pensamientos negativos repetitivos y no sólo mientras meditas, sino también a largo plazo: es capaz de disminuir el nivel de activación de la amígdala de forma duradera.
La meditación también tiene estudios en la reducción de la ansiedad. En uno de ellos, cuatro clases de meditación de 20 minutos de duración fueron suficientes para reducir la ansiedad en un 39%.
Intentar relajarte sólo cuando te asaltan las emociones no es muy eficaz. Sin embargo, meditar de forma regular y respirar correctamente sí que puede reducir la intensidad de las emociones negativas cuando estas aparecen.

5. Date permiso para preocuparte más tarde
Antes te he explicado que intentar suprimir una emoción o pensamiento provoca que vuelva de nuevo con más fuerza. Sin embargo, ¡posponerla para más tarde puede funcionar!
En un estudio se pidió a los participantes con pensamientos ansiosos que pospusieran su preocupación durante 30 minutos. A pesar de ser una forma alternativa de evitar pensar en algo, lo que se ha demostrado es que tras ese período de pausa las emociones regresan con una intensidad mucho menor.
Así pues, date permiso para preocuparte después de un tiempo de espera. Te preocuparás menos.

6. Piensa en lo peor que te puede pasar
¿Recuerdas la película Sin Perdón (Unforgiven) de Clint Eastwood?
En ella, el personaje de William Munny, pese a estar viejo y acabado, es el mejor pistolero del oeste. Y no lo es por su velocidad ni su puntería. Como él mismo dice, lo es porque cuando las balas empiezan a volar, él controla sus emociones y mantiene la calma.
Pero ¿cómo mantener la calma? Los samuráis y los estoicos se mantenían tranquilos incluso en las situaciones más dramáticas, ¿cómo lo conseguían?

Pues pensando en la muerte. Y mucho.
No quiero que te pongas dramático ni te vuelvas un gótico, pero pensar en lo peor que te puede pasar te ayudará a relativizar tus problemas y mantener el control.

7. Escribe un diario de tus emociones
La escritura expresiva consiste en escribir sobre tus pensamientos y sentimientos más profundos y ha demostrado ser eficaz tanto a nivel psicológico como físico (¡es capaz de acelerar la cicatrización de las heridas!)
Mantener una especie de diario emocional sobre lo que has sentido en algunas situaciones te ayudará a reducir la recurrencia de pensamientos negativos.

8. Tómate un respiro (y un refresco) para recuperar el autocontrol
Tu autocontrol no es infinito. De hecho varias investigaciones indican que conforme te expones a situaciones y emociones, se va consumiendo.
Piensa en ello como hacer un sprint. Tras la carrera estás exhausto y necesitas tiempo para poder recuperarte antes de volver a correr. De la misma manera, si logras dominar tus emociones, evita volver a exponerte de nuevo a una situación tensa o será más probable que sucumbas.
Lo más sorprendente es que se ha demostrado que mantener el control consume glucosa, como si literalmente estuvieras haciendo ejercicio. Por lo tanto, para recuperar tu autocontrol tienes dos estrategias:

1. Tomar una bebida rica en azúcares (no es broma).

2. Usar la reafirmación positiva para poder gestionar de nuevo tus emociones (fuente).

La clave está en identificar cuándo tus niveles de autocontrol están bajos y evitar más situaciones emocionales mientas te recuperas.

9. Cuando todo falle, busca un espejo
¿Perdón? ¿Mirarse en un espejo? Sí, por muy sorprendente que parezca esta estrategia puede ser útil para aplacarte cuando estés furibundo.
Varios estudios han demostrado que cuando te ves a ti mismo reflejado eres capaz de observarte desde una perspectiva más objetiva y por lo tanto separarte durante unos instantes de tu emocionalidad.
Cuanto más consciente seas de lo que estás haciendo, más capacidad de controlar tus emociones tendrás. Y observarte en un espejo incrementará tus niveles de autoconsciencia y te ayudará a comportarte de forma más sociable.

10. Lo más importante: encuentra el motivo de tus emociones
A largo plazo la clave no está en luchar contra tus emociones, sino en reconocerlas y saber por qué te ocurre. Por ejemplo:
“Vale, no me gusta sentirme así pero ahora mismo tengo mucha envidia (reconoces la emoción) porque a Andrés le han felicitado por su trabajo y a mí no (reconoces el por qué).”
Lo importante es ser honesto contigo mismo sobre el por qué. No hagas como la mayoría e intentes engañarte. A menudo nos mentimos haciéndonos creer que estamos enfadados con alguien por su comportamiento y no porque le han dado el ascenso al que aspirábamos y eso ha afectado nuestra autoestima.
Conocer la verdad real de tus sentimientos te ayudará a tratar la causa.
¿La conclusión?
Si quieres aprender realmente cómo controlar tus emociones debes saber que no hay una solución única. Aunque también se ha demostrado que tu propio lenguaje corporal es capaz de influir sobre tus emociones, encontrar la estrategia más adecuada para regular los sentimientos negativos y entender su origen para tratar la causa es la única forma de evitar que tomen el control de nuestra mente.

LOS BUENOS LIDERES CONOCEN SUS EMOCIONES

El buen Líder debe tener siempre presente la forma como se compone la comunicación para poder llevar el control de su equipo de trabajo y poder analizar a cada integrante de forma individual.

LA COMUNICACIÓN CONSTA DE:
Palabras 7%
Emocionalidad o tono de voz 38%
Lenguaje corporal 55%

Todos hemos explotado en alguna situación y nos hemos dejado llevar por la emoción del momento, llámese rabia, miedo, ansiedad o y hasta exceso de euforia. Luego nos damos cuenta que no queríamos reaccionar de esa manera, muchas veces muy tarde. Esta clase de reacciones han roto muchas relaciones de pareja, personales o de negocios con nefastas consecuencias para nosotros y los demás. 
Qué es una emoción?


La emoción es un estado fisiológico corporal que está asociado a un patrón de comportamiento característico del ser humana. Este patrón puede ser reconocido por cualquiera; si una persona está llorando, alicaída y su rostro está triste, no hay duda de que la emoción que domina a esa persona en ese momento es la tristeza; además, eso está acompañado por un determinado ritmo cardíaco, tipo de respiración, hormonas, neurotransmisores del cerebro, etc.
Las emociones están ligadas a cualquier actividad del ser humano, no sólo a las relacionadas con el liderazgo en las organizaciones. Por ejemplo, hay actividades, como la atención al público, el trabajo en hospitales, etc., que requieren un gran dominio emocional para que esas personas tengan una mejor calidad de vida, puesto que deben desprenderse de la carga emocional que conlleva ese tipo de trabajo.
Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución.
Las Emociones son: La rabia, el miedo, la ansiedad, el amor, la felicidad, la tristeza y la relajación.

La inteligencia emocional es la capacidad para: 
Conocer las propias emociones (reconocer un sentimiento mientras ocurre), esto es darse cuenta de tus emociones en el acto.


Guiar las emociones (manejar sentimientos para que sean adecuados), no dejarse llevar, si no mas bien llevar las emociones adecuadamente.
Controlar la propia motivación (ordenar emociones al servicio de un objetivo). De nada sirven emociones como la tristeza y el miedo, si se quiere tener motivación para conseguir algo en la vida, con ayuda de la inteligencia emocional se pueden controlar la motivación a través de emociones acordes con el proceso que se vive.
Reconocer emociones de los demás desarrollar empatía: habilidad fundada en la adaptación a las sutiles señales sociales que indican los que otros necesitan o quieren.


Si el Líder es demasiado EMOCIONAL puede crear problemas, pero también puede ser un problema que frene todos sus SENTIMIENTOS. Podemos ocultar las EMOCIONES en un intento por mantener el control y parecer fuerte, pero al hacerlo disminuimos precisamente su control y debilitamos nuestra capacidad de CONECTARNOS y COMUNICARNOS con los demás. Si luchas por compartir tus verdaderos sentimientos,  te puede ayudar a saber que la gente a menudo no muestra sus EMOCIONES porque no son consciente de lo que están sintiendo. Tú puedes suprimir tu enojo o moderar tu entusiasmo sin  ni siquiera darte cuenta. Así que preste mucha atención a sus EMOCIONES... Al menos un par de veces a la semana pregúntese: ¿Qué estoy sintiendo en este momento? Escríbalo si puede. Llevar un diario de manera regular le puede ayudar a entender su estado de ánimo y que lo cambia. Deje que sus EMOCIONES afloren y que la gente las sienta. Ambas son esenciales para un liderazgo eficaz el cual puede ser de cuatro formas (Estructural, Relacional, Político y Simbólico) y pudiéramos resumir ese liderazgo en dos (Coacción o Admiración) escoja la suya..?, Recuerde:




1.- Un buen Líder es un negociante de esperanza.
2.- Un buen Líder es ACCIÓN no POSICIÓN.
3.- Los buenos Lideres se EMOCIONAN.
4.- El buen Líder corrige SUAVEMENTE y RECOMPENSAN FUERTEMENTE.

Las cinco emociones de Pixar


(Quiero compartir con Uds. este excelente artículo de la Psicóloga Ana Villarrubia)
¿Por qué reímos? ¿Por qué lloramos? ¿Por qué no podemos ahorrarnos la tristeza? Descúbrelo aquí y deléitate después con la magistral escenificación de Pixar.
Para comprender el complejo mundo de las emociones son necesarias tres preguntas: qué, cómo y para qué. Sólo de esta manera cobran sentido las molestias que las emociones nos causan cuando son incómodas así como las acciones a las que nos conducen cuando resultan gratificantes. Tres preguntas es necesario responder si queremos comprender lo que, a priori, se nos presenta como una paradoja, ¿por qué pasamos a lo largo de nuestra vida por estados emocionales tan desagradables como la tristeza o tan incapacitantes como el miedo? Antes de nada respondamos, de una en una, a todas estas cuestiones:
En primer lugar, ¿Qué es una emoción?
  • Una emoción es una reacción fisiológica (conlleva alteraciones y cambios a nivel fisiológico),
  • Es un estado afectivo subjetivo y cognitivo (etiquetado e interpretado por cada individuo que lo experimenta de forma genuina)
  • Es un fenómeno de relación social (pues sirve para autorregular nuestro propio comportamiento y el que los demás muestran hacia nosotros)
  • Conlleva siempre un fuerte componente funcional y adaptativo (pues las emociones son necesarias para adaptarnos a la realidad, al entorno en el que nos movemos, y cada emoción fomenta un tipo de respuestas bien concretas). Nada más y nada menos que todo esto es una emoción.
Una de las cinco emociones básicas es la tristeza
Cada emoción es un concepto multidimensional, un constructor psicológico necesario para comprender la conducta humana en el que tienen cabida los cuatro componentes fundamentales que acabamos de describir. Cada uno de ellos hace énfasis sobre un aspecto distinto pero indisociable de lo que son las emociones.
En segundo lugar, ¿Cómo se manifiestan las emociones? O, lo que es lo mismo: ¿Cómo sabemos que estamos emocionados? Con cada emoción experimentada, sus manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognitivas se hacen notar de manera más o menos abrupta, primero de forma interna y después exteriorizándose de modo que todas estas reacciones sean visibles desde el exterior. Una emoción se manifiesta a través de cambios fisiológicos en nuestro organismo (palpitaciones, sudores, coloración de la piel…), cambios comportamentales observables (expresión facial, posición corporal, verbalizaciones y señales no-lingüísticas que las acompañan, como el tono de voz) y cambios cognitivos (cambios en nuestra corriente de pensamiento, aparición de ideas más o menos racionales sobre lo que estamos experimentando).
Y, por último pero no menos importante, ¿Para qué sirven las emociones? Pues bien, todas y cada una de las emociones tienen un claro significado funcional que debe ser entendido a varios niveles de forma paralela.
  • Desde el punto de vista evolutivo, (Darwin, 1872) las emociones tienen un significado filogenético: sirven para adaptarnos al entorno físico en el que nos movemos, cuidándonos de caer en riegos innecesarios y protegiéndonos de todo cuanto pueda atentar contra nuestra supervivencia (un abismo por el que podamos desplomarnos o un alimento en mal estado que pueda causarnos una grave infección).
  • Desde el punto de vista social, las emociones nos permiten comunicar a los demás cómo nos sentimos. Provocando reacciones análogas en los demás, las emociones nos permiten tanto la autorregulación como la regulación de las conductas que otros nos muestran a nosotros, permitiéndonos instaurar límites en la relación social. Con todo ello, las emociones facilitan la interacción social, nos acercan a los demás y propician incluso conductas solidarias o pro sociales (a través, por ejemplo, de la empatía).
  • Desde el punto de vista adaptativo son las emociones las que preparan a nuestro organismo para la acción. Disparan todas las reacciones fisiológicas que sean oportunas para que nuestra reacción ante lo que estamos viviendo se lleve a cabo de manera adecuada.
  • A nivel motivacional, una alta carga motivacional facilita toda conducta más o menos compleja que requiera de motivación para ser ejecutada. Una reacción emocional positiva como consecuencia de la obtención de una meta es la que nos impulsa a conseguir las siguientes metas, sobre todo cuando nos planteamos objetivos a largo plazo que requieren de esfuerzo y sacrificio. En este sentido, las emociones también favorecen el aprendizaje de nuevas conductas.
  • Y, por último, siendo el ser humano absolutamente vulnerable durante sus primeros años de vida, son precisamente las emociones las que permiten al bebé manifestar sus necesidades a su figura de apego y cuidado; conllevando así una triple función evolutiva, adaptativa y de comunicación social.
Así las cosas, parece que la complejidad de nuestro mundo emocional ha quedado más que demostrado. Comprenderá el lector mi asombro al descubrir la última maravilla de Pixar Animation Studios y Walt Disney Picture, ‘Inside Out’ (‘Del revés’ en su título en castellano). La historia de Riley, una niña de 11 años que vive en Minnesota y tiene que mudarse a San Francisco, merece ser contada a partir del momento en el que, quienes nos la cuentan, son sus emociones. No se trata ya de una simple historia de madurez y adaptación a los cambios, sino de una maravillosa alegoría sobre el funcionamiento de nuestra mente.
La conducta de Riley no es el resultado arbitrario de los acontecimientos que la rodean. Lo que Riley hace, lo que Riley dice, cómo Riley reacciona depende de su emociones. Disney Pixar no solo nos descubre el apasionante mundo de las emociones sino que da forma a lo simbólico de nuestras estructuras mentales y pone de manifiesto el papel fundamental que nuestras emociones juegan en todas y cada una de esas estructuras. Cinco emociones básicas (entre las cuales se echa en falta a la sexta, la sorpresa) dirigen, desde sus mandos de control, la vida de Riley. Alegría, Tristeza, Asco, Ira y Miedo son cinco personajes que toman forma y se complementan, a veces de aquella manera, ayudándola a responder a todas las situaciones con las que se va encontrando en un convulso y difícil momento de cambio.
Inside Out cuenta la historia de Riley
Estos 5 personajes conviven en los mandos de control de la conducta de Riley y pasean por todo su psiquismo, influyendo sobre su desarrollo. Los escenarios a través de los cuales nos presentan la personalidad de Riley no tienen desperdicio: la Sala de Control Emocional (Emotions’ Headquarters), las Islas de Personalidad (Personality Islands), la Memoria a Largo plazo (Long Term Memory), Imaginalandia (Imagination Island), la Sala de Producción de Sueños (Dream Productions), el Inconsciente (Subconscious), el Pensamiento Abstracto (Abstract Thougth), el Tren de Pensamiento (Train of Thougth) y el Vertedero de Recuerdos (Memory Dump). Toda una vida emocional como motor de nuestra identidad.
Veamos, para conocer mejor la naturaleza de estos 5 personajes, cuál es su razón de ser en la mente de Riley como en la tuya:
  • Alegría: Psicológicamente permite la función adaptativa de afiliación. Cuando estamos alegres, deseamos compartirlo con otros y, en ese acto de compartir, tejemos nuestros vínculos más profundos. De forma inmediata, nos volvemos más comunicativos y nos entran ganas de saber más de los demás y acercarnos a ellos.
  • Asco: Deriva de la función adaptativa de rechazo. Rechazamos todo aquello que nos produce asco porque entendemos que “no nos viene bien”. Esto también conlleva un significado adaptativo: por mucha hambre que tengamos no somos capaces de comer un alimento putrefacto o que, de forma innata, nos parece peligroso.
La Alegría y la Tristeza en la película de Pixar
  • Miedo: Responde a la función adaptativa de protección. La sensación del miedo nos conduce inmediatamente a protegernos tanto física (alejándolos del estímulo que nos produce miedo) como psíquicamente (evitando a nivel cognitivo aquello que nos causa temor).
  • Ira: Se corresponde con la función adaptativa de autodefensa. Manifestando ira, podemos conseguir que se aleje de nosotros aquello que la provoca. Nos permite limitar las conductas que consideramos abusivas de los demás hacia nosotros.
  • Tristeza: Imprescindible pues permite la función adaptativa de reintegración. Uno se queda solo, se encierra en sí mismo y acaba haciendo examen de conciencia para encontrar soluciones y explicaciones a su estado de ánimo. Estando tristes tratamos de auto protegernos y de animarnos, reconstruyendo o reubicando la perdida que hemos sufrido. Sin tristeza no hay reconstrucción de uno mismo.


Para que sirven las emociones

Por un lado, ayudan a tomar decisiones, ya que ante una situación de estrés, la activación de las emociones predispone al organismo a superar el estrés y resolver de la mejor manera dicha situación.
Respecto a su función de supervivencia, se debe a que las emociones son adaptativas, por ejemplo cuando uno siente miedo -una emoción- el organismo se activa de tal manera que se predispone a la huída de la amenaza. En este sentido, la activación de la emoción permite actuar rápidamente y tomar decisiones y acciones con el fin de la supervivencia.
MATEA

No debemos dejar de mencionar que las emociones también tienen una función comunicativa, ya que se manifiestan como señales de como una persona se siente para que otras lo entiendan. Lo mismo sucede a la viceversa, es decir, ayuda a comprender a los demás.

Intentar definir el concepto de emoción es complicado, ya lo decía Wenger, Jones y Jones “Casi todo el mundo piensa que sabe qué es una emoción hasta que intenta definirla. En ese momento prácticamente nadie afirma poder entenderla”.

Las emociones en sí son procesos fisiológicos y de comportamiento propiamente innatos. A pesar de esto, algunas pueden ser adquiridas por medio de la observación de las personas de nuestro entorno. En estas respuestas globales, como podríamos denominarlas, intervienen tres componentes fundamentales:
• Cognitivo: componente consciente o inconsciente que se basa en la valoración subjetiva de un acontecimiento.
• Neurofisiológico: totalmente involuntario abarca emociones tales como los temblores o el sudor.
• Conductual: puede ser voluntario o involuntario como el llanto, el tono de voz o nuestros movimientos corporales.

Para qué sirven las emociones..?

Las emociones presentan 3 funciones importantes principales:
• Adaptativa: cada emoción tiene su propia utilidad. Por ejemplo, el miedo tiene la función de proteger y el asco funciona como rechazo.
• Motivacional: energiza la conducta motivada que se realiza de una forma más vigorosa y eficaz.
• Comunicativa: abarca la comunicación intrapersonal y la interpersonal. De la intrapersonal obtenemos información propia. En cambio, en la interpersonal se presta atención a la comunicación verbal y no verbal, que influyen en la conducta de los demás.
En definitiva, las emociones son una respuesta emocional de sensaciones agradables y desagradables que difieren en intensidad y duración. Estas sensaciones nos ayudan a afrontar determinadas circunstancias de nuestra vida con mayor o menor éxito. En relación a nuestras experiencias, nuestras emociones básicas o innatas se pueden transformar en emociones sociales. Estas cumplirán una función elemental al ser aprendidas de acuerdo a las normas de socialización que establecen o no límites con respecto a la expresión de dichas emociones.

¿Qué es la inteligencia emocional



La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer las emociones – tanto propias como ajenas – y de gestionar nuestra respuesta ante ellas. La podemos definir como el conjunto de habilidades que permiten una mayor adaptabilidad de la persona ante los cambios. También tiene que ver con la confianza y seguridad en uno mismo, el control emocional y la automotivación para alcanzar objetivos. Comprender los sentimientos de los demásmanejar las relaciones y tener poder de influencia es básico para conseguir cambios positivos en el entorno.

Una emoción provoca una acción, una respuesta. Habitualmente, ante determinadas emociones, nuestra respuesta suele ser automática, o lo que es lo mismo: una reacción ante un estímulo. Lo que dice la inteligencia emocional es que es posible responder en lugar de reaccionar. Es decir, introduce el concepto de gestión de la respuesta ante un estímulo.

Una emoción se produce como respuesta ante algo que nos sucede. En primer lugar, nos damos una explicación de lo que ha pasado (pensamiento) e inmediatamente tenemos una reacción fisiológica (emoción).

No podemos elegir tener o no una emoción, ya que es algo que pasa al margen de nuestra voluntad. Lo que sí podemos decidir es lo que queremos hacer con ella. Las emociones tienen una carga energética considerable, lo cual nos impulsa hacia la acción. Podemos decir que las emociones son el puente entre el pensamiento y la acción. Y nuestras acciones determinan nuestros resultados, configurando estos nuestra vida. Por lo tanto, si somos capaces de elegir nuestras acciones, es más que probable que obtengamos resultados diferentes.

La inteligencia emocional también resulta útil para mejorar nuestras relaciones con los demás. Y a mejores relaciones, mejor vida. Está demostrado que las personas con una inteligencia emocional elevada tienen una vida más satisfactoria.

      Quién es Daniel Goleman?

Si hablamos de inteligencia emocional, el autor de referencia del que debemos hablar es Daniel Goleman. Su libro, “Inteligencia Emocional”, supuso toda una revolución al aportar pruebas científicas acerca de la influencia que tienen las emociones en nuestra vida.

Goleman sostiene que las competencias emocionales se dividen en dos categorías: intrapersonales e interpersonales. Las primeras se refieren a la relación que establecemos con nosotros mismos y la segunda a las relaciones que tenemos con los demás. Todo empieza por uno mismo. Es difícil de creer que alguien que se lleva mal consigo mismo pueda tener buenas relaciones con los demás.

Daniel Goleman es un reconocido psicólogo y conferenciante. En 1995 publicó «Emocional Intelligence», que estuvo en la lista de bestsellers del New York Times durante un año y medio, vendiendo más de cinco millones de copias en todo el mundo.

Nacido y criado en California, estudió antropología en la Universidad de Massachusetts para obtener posteriormente el doctorado en la Universidad de Harvard. Estuvo trabajando como redactor de la sección de ciencias de la conducta y del cerebro en el famoso diario New York Times y fue profesor de psicología durante muchos años.

Además, fue cofundador de la Sociedad para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional en el Centro de Estudios Infantiles en la Universidad de Yale. La misión de la asociación era ayudar a las escuelas a introducir cursos de educación emocional.

¿Para qué sirve la inteligencia emocional?

El pensamiento occidental, lógico-racional, no cree tanto en el cambio como en la seguridad que ofrece el conocimiento y la experiencia para controlar el futuro. Desde esta perspectiva, lo más importante son:

  • Las conductas (no las emociones)
  • Los conocimientos (no lo intuitivo) 
  • Los resultados (no los procesos)

El aprendizaje se basa, principalmente, en la repetición de asociaciones entre conductas y resultados que nos han beneficiado en el pasado, evitando aquellas negativas.

Este modelo de aprendizaje es esencial para la supervivencia de cualquier especie y, en el caso del ser humano, fundamental en sus primeros años de vida. Para modelar su conducta, los adultos utilizarán la recompensa o el castigo.

En muchas empresas también se emplea la motivación externa. Por ejemplo, se puede incentivar a los empleados para que alcancen sus objetivos a través de una bonificación salarial. De esta forma, siguiendo el pensamiento causa-efecto, si la conducta (A) del empleado le lleva a alcanzar resultados (B), obtendrá una compensación (C). Si la persona no llega a los resultados planificados, no obtendría compensación.

En este contexto, la complejidad del ser humano en un entorno globalizado y tecnológico ha desestabilizado este sistema lineal de estímulo-respuesta. Esto ha provocado que disciplinas como la psicología o la neurociencia hayan dirigido su interés hacia lo que nos provoca conflicto (el cambio) y su catalizador: las emociones.

Las emociones tienen una gran trascendencia en nuestro día a día e influyen en la mayoría de decisiones que tomamos. Por ejemplo, a la hora de elegir pareja o de escoger empleo. Unas personas tienen mucho más desarrollada la faceta emocional que otras. Por eso, es necesario prestar atención a esta clase de habilidades emocionales, ya que pueden marcar nuestra vida y nuestra felicidad tanto o más que nuestra inteligencia.

¿Por qué es importante la inteligencia emocional en el trabajo?

Según Daniel Goleman, la importancia de la inteligencia emocional en el liderazgo implica que las personas puedan llevar a cabo su trabajo de modo eficaz. La competencia de un jefe puede medirse según el aprovechamiento del talento de sus empleados.

La creatividad, la empatía y el pensamiento sistémico es fundamental para adaptarse a un mundo cada vez más cambiante donde la innovación, los negocios y las humanidades van de la mano.

Si nos paramos un momento a pensar cuándo nos hemos sentido más motivados y más felices trabajando, daremos con un estado que no tiene nada que ver con lo racional, sino con el cerebro emocional.

A este estado se le llama «flujo» y sería el mejor ejemplo de inteligencia emocional. Aparece cuando una actividad exige que movilicemos todas nuestras habilidades, lo que lleva a que la persona ponga toda su atención en lo que está haciendo hasta el punto de que se olvide que existe otra cosa en el mundo.

Cuando se entra en «flujo», las emociones están alineadas con la tarea. La persona siente una especie de alegría y optimismo. Lo opuesto al flujo, y lo que lo anularía, sería la reflexión excesiva o el perfeccionismo. Este modelo, que se da en personas altamente comprometidas, implica poner a trabajar las emociones al servicio de los conocimientos, con lo que se obtienen resultados extraordinarios.

En este nuevo pensamiento integrador la motivación está alineada con la autonomía, el talento y el propósito de la persona. Se da paso a empresas responsables que tienen en cuenta la individualidad de las personas, sus valores y motivaciones, provocando que se comprometan por sí mismas con sus tareas y resultados.

Componentes de la inteligencia emocional

Como hemos comentado anteriormente, las personas con un alto grado de inteligencia emocional saben lo que sienten, lo que significan sus emociones y cómo pueden afectar a otras personas. Por eso, tener inteligencia emocional es fundamental para todo líder. ¿A quién crees que le irá mejor? ¿A un líder que le grita a su equipo cuando se estresa o a uno que mantiene el control y analiza la situación con calma?

En este sentido, la inteligencia emocional según Daniel Goleman tiene cinco elementos clave:

  • Autoconocimiento
  • Autorregulación
  • Automotivación
  • Empatía
  • Habilidades sociales

1. Autoconocimiento

Uno de los elementos clave de la inteligencia emocional según Daniel Goleman es el autoconocimiento. Es importante saber cómo responder ante las cosas que me suceden. Si quiero cambiar algo, primero tengo que saber qué es lo que hago y así poder hacer algo diferente. Si somos conscientes de nosotros mismos, siempre conoceremos nuestras emociones, además de la forma en la que nuestras acciones pueden afectar a las personas que nos rodean.

La clave es comportarse con humildad. No importa cuál sea la situación: siempre podemos elegir cómo reaccionamos ante ella.

2. Autorregulación

En segundo lugar, tenemos que aprender a deshacer los automatismos de la respuesta emocional. Lo que decíamos antes de responder en vez de reaccionar. Los buenos líderes se regulan a sí mismos y no atacan verbalmente a los demás. Además, tampoco toman decisiones rápidas ni emocionales, ni estereotipan a las personas o comprometen sus valores. La autorregulación tiene que ver con mantener el control.


3. Automotivación

La inteligencia emocional también tiene en cuenta la motivación. Si quiero cambiar algo, tengo que saber qué es lo que me impulsa a ese cambio. ¿Qué es lo realmente importante para mí? Hay personas que saben automotivarse y que trabajan para cumplir sus objetivos con estándares extremadamente altos en cuanto a la calidad de su trabajo.

Cada vez que nos enfrentemos a un desafío o incluso a un fracaso tenemos que intentar extraer algo positivo de la situación. Puede ser algo que de primeras nos parezca poco relevante, como un contacto nuevo, o algo con efectos a largo plazo, como una lección. ¡Siempre hay algo positivo!

4. Empatía

Para los líderes, tener empatía es fundamental a la hora de administrar un equipo u organización. O, lo que es lo mismo, contar con la capacidad de entender las emociones del resto y ponernos en su lugar. Tiene que ver con la capacidad de ayudar a desarrollarse a las personas de su equipo, desafiando a quienes actúan de forma injusta o hacen comentarios constructivos. Además, escuchan a quienes lo necesitan.


5. Habilidades sociales

El último elemento que compone la inteligencia emocional según Daniel Goleman son las habilidades sociales, como comunicarse eficazmente, influir, persuadir y gestionar conflictos.

Los líderes que desempeñan bien las habilidades sociales de la inteligencia emocional son excelentes comunicadores. Están tan abiertos a escuchar malas noticias como buenas. Son expertos en lograr que su equipo les apoye y se entusiasme con una nueva misión o proyecto. Los líderes que tienen buenas habilidades sociales también son buenos para gestionar el cambio y resolver conflictos de forma diplomática.

Es importante señalar que la inteligencia emocional se puede entrenar. Es cierto que hay personas que parecen tener cierta facilidad para ello, como si fuera una capacidad innata, aunque todos podemos desarrollarla en mayor o menor medida si nos lo proponemos.

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