El líder es aquella persona que es capaz de influir en los demás.
Es la referencia dentro de un grupo (ya sea un equipo deportivo, un curso
universitario, una compañía de teatro, el departamento de una empresa, etc.).
Es la persona que lleva "la voz cantante" dentro del grupo; su opinión es la más valorada.
El liderazgo no tiene que ver con la posición jerárquica que se ocupa:
Una persona puede ser el jefe de un grupo y no ser su líder y, al contrario, puede ser el líder sin ser el jefe.
El jefe decide lo que hay que hacer en virtud de la autoridad que le otorga su posición jerárquica.
El líder, sin disponer necesariamente de esta autoridad jerárquica, tiene también capacidad de decidir la actuación del grupo en base a la influencia que ejerce, que viene determinada por la "autoridad moral" que ejerce sobre el resto del equipo.
A los miembros del grupo les inspira confianza saber que al frente del mismo se encuentra el líder.
Lo que caracteriza al líder es su habilidad para conducir equipos:
Consigue que cada miembro trabaje y aporte lo mejor de sí mismo en la lucha por alcanzar un objetivo común (sea ganar el campeonato, mejorar los resultados de la empresa, ganar las elecciones políticas, etc.).
Además de esta capacidad innata para gestionar equipos, el líder se caracteriza también por su visión de futuro.
Es una persona que mira al largo plazo, que marca unos objetivos muy ambiciosos para la organización y que consigue ilusionar a su equipo en la búsqueda de los mismos.
El líder anticipa los cambios, se adelanta a los competidores.
Una persona que no tuviera esta visión de futuro podría ser un buen gestor, un buen coordinador, pero nunca un auténtico líder.
En las metas que plantea el líder persigue tanto el bien de la empresa como el particular de cada uno de sus miembros.
Consigue así que las personas se identifiquen con las metas marcadas, que las hagan propias y luchen por ellas con todo el empeño.
Una persona a la que tan sólo le preocupara su bienestar futuro difícilmente podría ser el líder de una organización. Esta terminaría por rechazarlo.
Una vez que el líder tiene definida su visión de futuro, luchará con auténtica pasión para lograr los objetivos.
El líder representa para el resto del grupo un auténtico ejemplo de dedicación, de entusiasmo y de coraje.
Una persona que tuviera una gran visión de futuro pero que careciese de capacidad de ejecución podría ser un buen estratega, pero nunca un líder.
Hay que señalar que no es líder quien quiere sino quien puede.
Para ser líder hay que tener unas cualidades personales muy sobresalientes que no todo el mundo posee.
Algunas personas poseen esas cualidades de manera innata, aunque también se pueden adquirir a través del aprendizaje y de la experiencia.
¿El líder nace o se hace?
Es una pregunta que surge siempre que se aborda el tema del liderazgo.
La opinión generalizada es que hay líderes que nacen con capacidades innatas y hay otros que se van formando en su desarrollo profesional.
Las habilidades innatas favorecen el desarrollo del líder, pero a veces resulta más determinante la formación que uno va adquiriendo y la experiencia que va acumulando.
Hay técnicas de liderazgo, de toma de decisiones, de conducción de equipos, de motivación, de comunicación, etc. que el líder tiene que conocer y dominar.
Hay que señalar la importancia de asistir a seminarios sobre liderazgo, así como la lectura de libros sobre la materia.
También es de gran utilidad conseguir un feed-back del grupo para ver qué se está haciendo bien y donde hay que mejorar.
El ir asumiendo responsabilidades, tomando decisiones, solucionando problemas, haciendo frente a situaciones difíciles, permitirá ir forjando a un auténtico líder.
Por este motivo, no es bueno "superproteger" a las personas en su desarrollo humano y profesional. Es importante que desde pequeño vayan conociendo el valor del esfuerzo, que se vayan enfrentando a ciertas "dificultades", en definitiva, que aprendan a desenvolverse por la vida.
Hay que favorecer que los empleados vayan asumiendo competencias y que se vayan acostumbrando a enfrentarse a problemas. Se trata de irlos preparando para que en un futuro sean capaces de tomar las riendas de la organización.
La preparación y la experiencia son aspectos que hay que cuidar en la formación de toda persona y es conveniente empezar a hacerlo desde su juventud, para ir desarrollando sus capacidades de liderazgo.
Otro aspecto esencial para poder ejercer un buen liderazgo es conocer en profundidad el terreno en el que uno se mueve.
El líder de una empresa puede jugar un papel secundario en un club de tenis (por ejemplo) del que sea socio si sus conocimientos de este deporte, de cómo funciona su entorno, etc., es limitado.
No obstante, el líder no tiene porque ser un especialista en la materia, pero si tendrá que tener una formación sólida e integral, que le permita tener ideas muy claras y un conocimiento global de la actividad que desarrolla (sea ésta empresarial, deportiva, cultural,etc.).
El liderazgo se basa en un reconocimiento espontáneo por parte del resto del equipo, lo que exigirá dar la talla, estar a la altura de las circunstancias. Si el grupo detecta en él carencias significativas terminará por rechazarlo.
Los subordinados entienden que el líder no tiene por qué conocer hasta el último detalle de cada asunto (para eso están los expertos), pero sí esperan de él un conocimiento suficientemente sólido.
Tipos de Liderazgo Personal
Dominante, influyente, concienzudo o estable. ¿Cómo
eres tú?
¿Por qué hay
personas con las que tienes mucha química y a otras a las que no entiendes para
nada?
“Has oído el dicho que dice no hay
que pedirle peras al olmo, eso se aplica con todas las personas, hay gente que
simplemente no puede actuar a cierta velocidad o no puede ser tan emocional
porque hay cuatro estilos diferente de personalidad, y que dicha que todos
somos distintos”.
La respuesta puedes
encontrarla en uno de los modelos de comportamiento más utilizados por las
empresas desde hace décadas. Veámoslo para conocer cómo eres y cómo son el
resto sin desfallecer en el intento.
Escuchas a cuatro personas
abordando un problema del equipo o de la familia. Uno se muestra asertivo y
dice todo el tiempo cómo se han de hacer las cosas. Otra, sin embargo, te
expresa entusiasmo y te pone en contacto con gente que puede ayudarte.
Un
tercero te aporta un sinfín de datos analíticos para entender los distintos
enfoques. Y el cuarto se muestra calmado y ofrece alternativas para colaborar
conjuntamente. Pues bien, cada uno de ellos representa cuatro formas distintas
de comportarnos, según el modelo desarrollado por Marston allá por los años veinte. Marston estudió
psicología en Harvard, fue profesor en American University y, sin duda, tenía
la suficiente genialidad para desarrollar un modelo que sigue vigente hasta
ahora. Además de trabajar en el terreno de la psicología, se considera el pionero
del polígrafo, fue autor del comic de la Mujer Maravilla, declarado feminista
convivía en familia con su mujer y con su amante y, sobre todo, le preocupaba comprender
cómo era la gente normal (aunque él, seguramente, no debía ser considerado “muy
normal” para su época, algo clásico para muchos genios).
Martson
desarrolló el modelo DISC, que son las siglas de los cuatro tipos de
comportamiento que podemos tener: Dominio, Influencia, Sumisión y Conformidad a
normas (aunque
en el gráfico le llamamos estable y concienzudo, que se entiende mejor). Su modelo
partió del estudio de Jung y se construyó en función de dos ejes diferentes:
introversión versus extroversión; racional versus emocional. Con todo ello,
definió los cuatro tipos de comportamiento que podemos tener (ojo, que no es
personalidad, lo que significa que podemos variarlo a lo largo del tiempo).
Veámoslos:
Una persona dominante proyecta
su energía al mundo y utiliza la razón para alcanzar sus objetivos.
Es confiable, tenaz,
exigente, orientado al poder y puede ser agresivo en las formas. Aquí están las
personas que les gusta decir lo que el resto ha de hacer. Por ello, no es de
extrañar que muchos líderes tengan bastante carga D en sus comportamientos, así
como los que solemos llamar “marimandones”.
Un influyente llevará su
energía al mundo de las relaciones personales. Su
comportamiento es el resultado de la extroversión y la emoción, por lo que su
energía la dirige a las personas. Es abierto, locuaz, inspirador, pero como no
hay nada perfecto, también puede ser descuidado, impulsivo y poco discreto. En
este grupo están muchos vendedores, conferenciantes y tienen muchos amigos (de
verdad, no del Facebook).
Los concienzudos o los
conformes a las normas son analíticos, introvertidos y cerebrales. Son muy
precisos y formales, sobre todo con los datos. Y como buenos introvertidos-racionales,
las emociones no es su fuerte, por lo que suelen ser tímidos y les cuesta
expresar qué sienten. Muchos científicos, informáticos y financieros suelen
estar en este grupo.
Los estables son calmados,
confiables y muy buenos “soldados” en las empresas o en el grupo de amigos. Son
introvertidos, por lo que su energía la volcarán hacia dentro y con un fuerte
peso en la emoción. Por ello, les gusta escuchar y aceptan bien al resto de
personas. Sin embargo, también pueden ser lentos y les cuesta el cambio.
Como es de suponer,
todos tenemos un poco de las cuatro energías o letras, pero dependiendo de
dónde pongamos más foco en cada momento se definirá nuestro comportamiento.
Por último, el modelo DISC
no lo patentó Martson, por lo que hubo empresas que lo desarrollaron utilizando
estas siglas u otras versiones del mismo. Y como siempre, lo
importante no es si estamos en un cuadrante u otro, sino entender la diversidad
y la riqueza de estar con personas diferentes a uno mismo.
Artículo tomado de: EP
SOCIALBLOGS Laboratorio de felicidad
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